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Invertir en la era del coronavirus

Elaborar previsiones económicas en el contexto actual resulta sumamente presuntuoso, dado que ello implica, en parte, prever la evolución del virus. En cambio, formular previsiones bursátiles podría parecer mucho más sencillo, puesto que resulta evidente que, en este ámbito, la incertidumbre económica reviste escasa importancia, dado que el apoyo inquebrantable de los bancos centrales hace más que nunca las veces de catalizador, paracaídas y barómetro de los mercados.

A corto plazo, estas constataciones nos obligan a capear estas fluctuaciones de los mercados con el análisis de las intervenciones de los Gobiernos como brújula y la incertidumbre económica como horizonte.

A medio plazo, entre el «cuanto más cambia todo, menos cambia» y el «nada volverá a ser como antes» se perfila, en nuestra opinión, una realidad más sutil que llevará aparejadas unas ramificaciones decisivas para los inversores.

El mundo se ha vuelto keynesiano


En el plano económico, si bien la subvención de los tipos de interés permitió evitar el peor de los desenlaces durante la crisis de 2008, apenas incitó a la inversión. En esta ocasión, la situación resulta completamente diferente. Los Gobiernos han decidido incrementar drásticamente el gasto público. El déficit presupuestario estadounidense debería representar cerca del 20 % del PIB a finales de año y el de la zona euro, el 10 %. Las políticas de compras de activos por parte de los bancos centrales se convierten así en el corolario coherente de esos programas presupuestarios, puesto que facilitan su financiación. Esta situación, que empieza a tomar el cariz de una «monetización» de la deuda pública, justifica, en particular, nuestras marcadas posiciones en minas de oro.

Esta coordinación entre políticas presupuestarias y monetarias constituye una modificación decisiva de la coyuntura macroeconómica para el inversor, al reforzar la importancia que tienen las inversiones del sector público para el crecimiento.

Todavía es demasiado pronto para valorar la eficacia de estas inversiones. Canalizar el capital disponible con el fin de financiar proyectos cuya rentabilidad resulta incierta rara vez ha constituido una fórmula propicia para el crecimiento. No obstante, determinados proyectos medioambientales ambiciosos que, al asociarse de forma inteligente con el sector privado, sabrán combinar inversión responsable e idoneidad económica, constituyen tal vez la excepción a este razonamiento. Varios de nuestros Fondos están especialmente expuestos a esta temática.

Monitorizar la actitud de los consumidores


Los mercados llevan un mes aplaudiendo la reapertura progresiva de la economía, pero los riesgos de contagio siguen estando presentes, lo que limitará el repunte del consumo.

Además de verse obstaculizado por los temores en el plano sanitario, el consumo también se ve lastrado por los temores sobre la economía. Los ahorros preventivos deberían seguir incrementándose tanto en Estados Unidos como en Europa. En términos más generales, la economía difícilmente podrá evitar verse penalizada por las políticas de reducción de costes de las empresas y por el aumento meteórico de la tasa de desempleo, por no hablar del impacto psicológico derivado de la pérdida de miles de vidas a costa de la epidemia.

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Esta conversión a la frugalidad no solo tendrá repercusiones en el plano macroeconómico, sino que conllevará que la actividad económica se oriente más que nunca hacia las soluciones de comunicación, comercio, trabajo y enseñanza más económicas, eficaces y seguras.

Así, esta crisis se perfila como el catalizador de la temible selección darwiniana a la que asistimos desde hace ya varios años: sobrevivirán aquellas empresas que hayan sabido dominar la tecnología para ponerla al servicio de sus clientes. La rentabilidad superior de los valores tecnológicos constituye una tendencia estructural que se ha visto reforzada desde principios de año y, por ende, aún tiene recorrido en los mercados, siempre y cuando sigamos demostrando una gran selectividad, como es lógico.

No dejar cabos sueltos


No podemos subestimar la violencia de la conmoción que están sufriendo la mayoría de las economías del mundo. Tal y como sucede con los temblores sísmicos, no podemos descartar que, después de un periodo de calma, esta crisis dé lugar a una serie de réplicas, y que unas fisuras que hoy no tienen trascendencia alguna provoquen el día de mañana fenómenos de rupturas.

Si bien los líderes tecnológicos ágiles saldrán reforzados de esta crisis, no debemos subestimar los efectos de la selección darwiniana en los sectores más maltrechos. Por ejemplo, incluso en el sector del transporte aéreo, los actores más eficientes sobrevivirán y se beneficiarán de los reveses sufridos por sus desafortunados competidores en cuanto mejore la coyuntura macroeconómica.

No obstante, parece que los inversores están haciendo caso omiso de estas «sutilezas». Por tanto, en calidad de inversores, procede no dejar cabos sueltos ante esta incertidumbre radical sobrevenida a raíz de la crisis del coronavirus y, por ende, mantener unas carteras centradas principalmente en los vencedores estratégicos a largo plazo, así como vigilar estrechamente tanto los riesgos de inestabilidad como las oportunidades tácticas.